sábado, 14 de mayo de 2022

jueves, 30 de agosto de 2012

domingo, 5 de agosto de 2012

SECRETOS PARA VIVIR MEJOR: HONGOS TIBETANOS (Cordyceps sinensis)

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jueves, 21 de mayo de 2009

Ética y Servicio Se es feliz sirviendo a los demás

Por Karin Schmidt O.

Pretendo mostrar que un trabajo acabado y bien hecho, cualquiera que éste sea, constituye la forma más concreta de servir a los demás: del hecho de cómo seamos capaces de trabajar dependerá la calidad de servicio que logremos prestar. Y que el prestar un buen servicio "ese saber hacer", es algo que tiene mucho que ver con la ética.

Pienso que todos hemos escuchado alguna vez, al agradecer una prestación o simplemente al efectuar una compra, la instantánea respuesta "estamos para servirle". Quisiera que nos detuviéramos a analizar esta respuesta; que, tal vez al oírla o incluso para aquellos que la emplean a diario, resulta una frase a la que no la hemos considerado más que como un mero cumplido. O, y en el mejor de los casos, nos ha parecido una de las tantas formalidades de rigor. Pues, ¿qué significa servir?

Podríamos decir que servir es una actitud interna de colaboración y ayuda que se presta a los demás; la manifestación de una entrega generosa, porque somos conscientes de que tenemos algo que dar a otros.

De algún modo, una persona servicial es alguien que ha sido capaz de vencerse a sí mismo y superar el egoísmo y la comodidad. Por lo mismo, probablemente sea bastante feliz.

Podríamos preguntarnos, entonces, qué motiva o ha motivado a tantas personas que han hecho de su vida un constante servicio a los demás. ¿Qué hace que esas personas muchas veces renuncien, incluso heroicamente, a sus propios gustos y caprichos y, más aún, a algunos nobles ideales humanos, porque ven que hay algo superior por lo cual vale la pena servir a los demás? Me parece que este modo de servir, el hacer de la vida un servicio, no es más que el reflejo de nuestra capacidad de amar. Amar y servir resulta un binomio difícil de separar; pues servir pasa a ser la manifestación más concreta y directa de nuestra capacidad de amar. Es por eso que advertimos paz y alegría profunda en todos aquellos que nos han dado testimonio, con su vida, de la grandeza de alma que constituye vivir para servirnos entre nosotros los seres humanos. Se es feliz sirviendo a los demás.

Se ve, entonces, que la alegría basada en el olvido de uno mismo representa la mejor prueba de amor: no hay mayor grandeza que entregar nuestra vida para poder ser útiles a los demás.

Estamos conscientes de que ser servicial no es algo que traigamos de origen sino que, por el contrario, es algo que se adquiere. Y no de la noche a la mañana, precisamente; sino a base de repetidos y constantes actos en tal sentido: en el plano familiar, en el laboral, en nuestras relaciones de amistad, etc. Es esa atención por las necesidades de los otros y la disposición a querer ayudarles "que va desde lo más doméstico y cotidiano hasta lo más trascendente"lo que hace que digamos que una persona es servicial, que sirve a otros.

La manera que tenemos los seres humanos de servirnos unos a otros es precisamente en nuestros afanes diarios, en nuestro trabajo profesional. Es allí que servimos y cooperamos al bien de los demás. Me vienen a la memoria una serie de ocupaciones que suelen ser poco agradecidas, quizás por el hecho de ser servicios más bien anónimos y que por lo mismo pasan inadvertidos. Por ejemplo, los de quienes trabajan como conserjes de edificios, los basureros, los vendedores de tiendas, una secretaria, el repartidor del diario o el cartero. Hay muchas personas que diariamente nos prestan una multitud de pequeños servicios y que nos ayudan a tener una vida más grata y feliz. A ellos deberíamos estarles profundamente agradecidos, traduciendo nuestro agradecimiento también en un servicio: actos concretos para con ellos, aunque sean cosas pequeñas o de detalles. Tal vez una mirada amable o un saludo cariñoso.

Qué importante resulta saber valorar el trabajo de los demás. Todo trabajo noble tiene un valor en sí mismo, sin importar el tipo de actividad de que se trate. Lo importante es que esa actividad, cualquiera que sea, devenga en ocasión de perfeccionamiento y colaboración con los demás.

Actualmente, es sabido que las empresas tienen gran interés por capacitar a los trabajadores para que presten un buen servicio, ya sea en sus relaciones internas o con los clientes. Se entiende que inculcar una actitud de servicio en los trabajadores es, en buena medida, garantía de éxito de cualquier actividad que se emprenda. Sin embargo, y como paradójicamente lo han señalado quienes se dedican a la capacitación empresarial, resulta ser una de las cosas más difíciles de lograr. ¿Por qué?

Ya lo señalábamos: no es algo que se logre de la noche a la mañana, sino que significa una actitud y predisposición a querer ayudar verdaderamente y, de modo más preciso, a tratar a los otros de acuerdo a como lo merece su calidad de seres humanos, con espíritu de servicio que contribuya a su propio bien.

Hay un autor que, en relación al trabajo, plantea casi como una idea fuerza o leit motiv lo siguiente: "para servir, servir". Teniendo en cuenta que nuestro trabajo profesional constituye un medio de perfeccionamiento y, como hemos dicho, es también ocasión de servicio para los demás, hace falta que lo hagamos bien. Se sirve a los demás hombres con un trabajo acabado, bien hecho, realizado con la máxima perfección material posible dentro de las capacidades de cada cual, haciendo un esfuerzo por ser competentes en aquello que nos toca realizar, siempre dando lo mejor de sí, procurando ser eficientes y eficaces. Esta eficiencia muy probablemente hará que la empresa para la que trabajamos obtenga una mayor rentabilidad, pero, más importante aún, hará de la persona un ser realizado y contento por la efectiva labor que se encuentra efectuando; generando, de paso, un ambiente laboral positivo, propicio para que otros trabajadores, sin importar su función en la empresa, puedan desarrollar virtudes y contribuir a crear un ambiente laboral que a todos haga crecer como personas.

Grandes cosas dependen de que cada uno desempeñe correctamente su deber y se esfuerce por desarrollar un trabajo bien hecho. Desde luego, porque con ello se sirve a los demás permitiendo que se hagan mejores personas. Baste pensar, por ejemplo, en el trabajo del profesor: lo que cada educador transmita a sus alumnos, no sólo por lo que diga sino "más importante aún" por el ejemplo de vida que entregue (y de esto hay muchos testimonios), producirá un enorme impacto positivo que, muchas veces, hasta logre nuevos rumbos de vida.

También es importante que el servicio dado a los demás por medio de nuestro trabajo sea realizado alegremente, gustosamente: esa es la verdadera forma de servir. Qué grato es encontrarse con personas que, lejos de ver el trabajo como un castigo o una maldición, lo consideran en su real dimensión: como un bien. Un bien que es innegablemente arduo, porque es evidente que el trabajo bien hecho cansa y constituye un esfuerzo, pero que como cansancio y un esfuerzo nos mejoran como personas y mejoran aquello que hacemos. Trabajar con alegría representa un doble beneficio: logramos una vida más feliz y prestamos servicios útiles a quienes nos rodean.

Realizar el trabajo gustosamente significa ser afables en el trato con las demás personas, con quienes nos toca alternar: alumnos, colegas de trabajo, auxiliares, etc. Es admirable tratar con aquellos que son capaces de realizar su trabajo con disponibilidad amable y muchas veces incluso con heroica paciencia: están siempre alegres, siempre tienen una palabra amistosa y un comentario grato para sus semejantes. He escuchado a algunas de estas personas decir que es mejor dar que recibir; que la satisfacción es mucho mayor cuando se puede contribuir con algo al mundo, sentir que se es útil y capaz de solucionar algunos problemas de los demás.

Para esto ayuda mucho ponerse con cierta frecuencia en el lugar de los otros, cualquiera que sea la labor que uno desempeñe. Preguntarse, de vez en cuando, cómo me gustaría a mí que me prestara un servicio aquella persona con la que me relaciono laboralmente. En mi caso, y poniéndome en el lugar de un alumno, creo que esperaría de mi profesor una forma especial de atención y de ayuda, una forma entregada de aclararme las dudas que tengo sobre tal o cual tema"

Ahora bien: no bastan las buenas intenciones. Es necesario saber hacer, es decir, ser capaces de servir efectivamente, tener conciencia de lo necesario que es saber hacer bien el bien. Para ello, todos, sin excepción, debemos procurar cumplir debidamente con nuestras actividades ordinarias, cuidando cada detalle. Tenemos la propensión a restarle importancia a los detalles justamente por ser pequeños: porque los consideramos nimiedades. Sin embargo, es precisamente allí, en lo acabado, en la corrección de lo pequeño, donde radica la perfección humana.

Debemos procurar avanzar siempre en nuestra competencia profesional. Ya se trate de un oficio, un empleo o una profesión, lo importante es poseer un espíritu de superación que nos permita desarrollar con mayor habilidad aquello en que nos desempeñamos, realizar el trabajo más ágilmente y sin equivocaciones. De esta manera, nos iremos haciendo más útiles y contribuiremos efectivamente al bien de los demás.

Qué importancia tiene, para aquellos que desempeñan funciones directivas, el poder darse cuenta de que sus cargos son más bien cargas de servicio a los demás. Aparte el cuidado que ha de tenerse en no utilizarlos para exclusivo beneficio personal, este tipo de ocupaciones brindan una mayor posibilidad "y, a veces, maravillosa posibilidad"de servicio hacia los otros.

La figura del directivo o líder en una empresa es clave: de la manera cómo se conduzca, y de su trato con los subordinados, dependerá en buena medida el impacto que produzca en la gestión. Será positivo o negativo según sea su accionar. Si un directivo es capaz de lograr que quienes se encuentren a su cargo valoren y den sentido a lo que realizan en la empresa, ya habrá prestado un buen servicio a los que de él dependen: habrá dado buen ejemplo de que el trabajo puede asumirse como servicio a los demás.

Aunque el servicio es una virtud que todos los seres humanos, sin excepción, estamos llamados a practicar, sin querer parecer feminista pienso que, sin embargo, las mujeres tenemos mucho que enseñar en esto. ¡Cuánto podemos aportar en este sentido en el campo laboral! Sabemos por naturaleza estar por sobre cualquier tipo de rivalidades y competencias; sabemos crear ambientes de cooperación y unión entre las personas; estamos acostumbradas a estar pendientes de las necesidades de los otros. Sin que se note, podemos colaborar con una ayuda que tiene el buen aroma de ser sutil y silenciosa pero al mismo tiempo altamente eficaz. Es propio de la naturaleza femenina el estar predispuesta a acoger y ocuparse por servir a aquellos con quienes se convive.

En definitiva, me parece que la clave para entender y practicar la vida como servicio radica en la capacidad que tengamos de comprender que no se trata de una virtud inalcanzable, propia sólo de personas que consideran a la caridad como componente esencial de sus quehaceres cotidianos, sino al contrario. En nuestro vivir de cada día, en la casa, en la oficina, en la industria, en todo lugar, podemos encontrar siempre motivos para hacer más llevadera la vida de los demás. Y como el trabajo es una actividad a la que todos nos dedicamos y a la que todos le dedicamos mucho tiempo de la vida, me parece que allí podemos encontrar una manera de servir sin cambiar de posición, por así decir: haciendo muy bien ese trabajo, sirviendo más en la medida en que servimos para lo que trabajamos.